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Soy colaborador ocasional de este medio. No soy de ese tipo de columnistas de la derecha rancia española que aún no han roto el cordón umbilical que les une al franquismo, esos que nos insultan a diario, esos ilustres licenciados de información que con su verbo y adjetivos barriobajeros hacen que sus artículos lleven el veneno del odio, muy vendido en esas latitudes del Ebro para abajo, rayando en ocasiones el terrorismo literario puro y duro contra la resistencia vasca, esos que se alegran que Arnaldo Otegi y sus compañeros/as sigan aún en prisión.
El mayor explosivo de su historia que haya podido estallar ETA ha sido el anuncio del cese definitivo de la actividad armada, cuyo resultado está a la vista. No nos perdonan. Se les terminó el discurso eterno que era su alimento político de primera necesidad. Cuantos estómagos agradecidos a cuenta de la organización armada. Cuantos puestos de trabajo, directos e indirectos. Cuantos fondos públicos despilfarrados en concepto de fondos reservados para la lucha antiterrorista sin necesidad de justificar las cuentas. Cuanto chollo. Aumentos de patrimonio de ministros y políticos tanto del PP como del PSOE, que en lugar de mirar para la causa han barrido para casa. Todo gracias a ETA. En este escenario actual la paz no les resulta rentable, ni política ni económicamente.
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